Pérdida de un ser querido, problemas socioeconómicos e incertidumbre, tres factores a considerar, según la psicóloga Pilar Conde
No asomaba aun la covid19 en nuestro horizonte vital cuando la Organización Mundial de la Salud auguraba un incremento en las tasas de suicidio en todo el mundo: un aumento de casi un 50% o, lo que es lo mismo, la friolera de un millón y medio de muertes al año.
No disponemos aún de los datos que puedan confirmar o desmentir la inquietante predicción, puesto que la pandemia ha paralizado casi todo lo que no consista en tratar de detenerla. Es lo que ha ocurrido con el Plan Nacional de Prevención del Suicidio que el Ministerio de Sanidad tiene paralizado desde hace un año.
En nuestro país se quitan la vida más de 3500 personas cada año y, por este motivo, y ante la incertidumbre, el miedo y los problemas asociados al a covid19, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica ha elaborado un documento en el que solicita de manera urgente y a nivel nacional impulsar dicho plan e implementar así las medidas para prevenir estas muertes. Lo ha hecho con el apoyo de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y coincidiendo con la celebración el 10 de septiembre del Día Internacional de la Prevención del Suicidio.
Otro tanto por ciento inquietante, esta vez el 20, destaca como cifra en este documento, asociado aquí a los índices de subida en nuestro país de los trastornos depresivos, la causa principal de suicidio.
Para la psicóloga Pilar Conde, a estos trastornos habría que sumar los problemas socioeconómicos y la pérdida de un ser querido, dos factores de riesgo identificados por los profesionales de la salud mental como causas que pueden llevar una persona a quitarse la vida y que se han aunado en la crisis de la covid19.
El miedo al contagio propio y de los seres queridos, así como la incertidumbre ante el futuro inmediato son circunstancias vitales añadidas, añade la directora técnica de Clínicas Origen, a tener en cuenta en personas que ya tenían depresión antes de la covid19.
Por otro lado, pueden darse casos, aclara la experta, en los que el contacto directo y más íntimo con nuestros seres queridos, un menor aislamiento debido al encierro en el hogar con miembros de la familia puede haber servido de soporte y de elemento disuasorio ante la desesperanza.
Habla con tu hijo adolescente
Es importante en este sentido la detección de las personas con tendencias suicidas, que, de manera ideal, debe comenzar en el entorno personal. Pilar Conde identifica actitudes y comportamientos ante los que los seres allegados deben dar la voz de alarma, sobre todo si se trata de adolescentes.
Es esta una franja de edad en la que por la natural tendencia a la introspección, la rebeldía y la independencia, ciertas actitudes como la irritabilidad o problemas como el insomnio pueden pasar desapercibidos ante padres y tutores.
Debe prestarse especial vigilancia si el menor ha pasado por episodios de acoso escolar, se muestra reacio a las relaciones sociales y/o tiene problemas con su autoestima y su imagen personal.
Muy importante, añade la psicóloga: vigilar cierto abandono personal, el llanto, y las expresiones que aludan al fin de la vida o a la necesidad o conveniencia de acabar con todo.
La solución pasa siempre por la prevención: hay que hablar con el adolescente y tratar de conocer su entorno cercano, sobre todo a sus amigos, muy importantes en esta etapa de su vida. Antes, desde que es pequeño, resulta fundamental abordar las cuestiones relativas a su bienestar emocional para que el pueda expresarse con facilidad.
En todos y cada uno de los casos en los que las personas muestren los síntomas antes mencionados o expresen dificultad para seguir viviendo, la recomendación urgente es dar la alarma y acudir a los profesionales de la salud mental. El suicidio debe dejar de ser tabú, pero antes deben normalizarse la ayuda psicológica y psiquiátrica. La prevención, una vez más, es la clave.
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