Millones de españoles llevamos más de seis semanas confinados en nuestras
casas y tenemos, además de una creciente preocupación, muchas, muchas horas para
informarnos de lo que está pasando a nuestro alrededor.
Sí, desgraciadamente, así es. España lidera la clasificación de los países en
porcentaje de infectados confirmados, en porcentaje de muertos confirmados, en
número y porcentaje de sanitarios infectados. La letalidad por el Covid-19 en España es
la mayor del mundo por cada millón de habitantes.
Los españoles tenemos derecho a saber. Tenemos derecho a conocer no solo la
verdad completa de lo que está ocurriendo, sino también por qué está ocurriendo. No
hace falta irse hasta Oriente para descubrir que el Gobierno de Corea del Sur lo ha
hecho muchísimo mejor que el Gobierno de España, y que ello ha redundado en una
menor tasa de mortandad entre su población: el buen hacer del Gobierno coreano ha
salvado vidas y ha ahorrado sufrimiento a sus ciudadanos. No hace falta salir de Europa
para extraer ejemplos de buenas prácticas en la gestión de la crisis del Covid-19. Desde
Grecia hasta Alemania, pasando por Portugal o Austria: todos los gobiernos de esos
países han actuado con mucha más responsabilidad y eficacia que el Gobierno de
España. Y la buena gestión de esos Gobiernos ha dado estos resultados: muchos menos
muertos, muchos menos contagiados, mucho menor el sufrimiento de los ciudadanos de
sus países.
¿Por qué en España tenemos estas cifras tan pavorosas de fallecidos que, cuando
superemos la pandemia, necesitaremos muchos años para cicatrizar esas heridas? ¿Por
qué, a pesar de la declaración del “estado de alarma”, no se ha notado el mando único, y
las CCAA han tenido que seguir buscando en los mercados extranjeros los equipos de
protección y recursos de tratamiento para sus hospitales, su personal sanitario y sus
cuerpos de seguridad? ¿Por qué se han reiniciado las actividades de sectores no
esenciales sin que el Gobierno haya aprovechado los quince días de cierre para dotar a
todos los centros de trabajo de los medios de protección necesarios? ¿Por qué sigue sin
haber suficientes mascarillas en las farmacias? ¿Por qué se dice que se va a recomendar
el uso generalizado de mascarillas, cuando aún no hay suministro a toda la población?
¿Por qué aún no se hacen en España test masivos? ¿Por qué anuncia el Gobierno que se
van a hacer “en dos días” 60.000 test, y cuatro días más tarde el mismo Gobierno dice
que “por razones técnicas” se retrasan esos muestreos? ¿Por qué pagaron por los test
defectuosos el doble de su valor?, Y, con respecto a la gestión de la pandemia, ¿por qué
El Deep Knowledge Group utilizando información de la Organización Mundial de la
Salud sitúa a España como el país europeo que peor ha gestionado la crisis?, ¿Por qué?
¿Por qué, Sr. Sánchez, no aclara usted todas estas dudas en su próxima rueda de
prensa, en hora de máxima audiencia? ¿Por qué no toma ejemplo de Macron, que en
solo media hora ha tenido tiempo de pedir perdón por sus errores y de detallar todas las
futuras medidas y los plazos en los que van a entrar en vigor? ¿Por qué no hace como el
77 7presidente francés y se reúne primero con todos los partidos de la oposición y los
líderes sociales para acordar las medidas, la prórroga del “estado de alarma” y/o la
progresiva salida del mismo?, ¿Por qué no da una cifra real de fallecidos?, ¿Le parece
ético, ante la falta de respiradores, establecer el criterio de “valor social” para dejar a
pacientes mayores y en residencias abandonados a su suerte? ¿Ha tomado alguna
medida para evitar que murieran tantos miles de personas solas sin su familia, sin su
gente, sin esa mano amiga que le acompañara en el último momento, sin una
despedida?, ¿Por qué se niega a declarar el luto nacional?, ¿Por qué no ha tenido en
cuenta que el duelo es el proceso necesario para afrontar la desaparición de un ser
querido, de alguien que ha sido importante en nuestra vida? ¿Por qué se empeña en
ocultar este drama? ¿Cree que los familiares de las más de 23.000 víctimas no le pedirán
cuentas de lo sucedido?
Sr. Sánchez, los españoles tenemos derecho a saber en qué manos estamos y por
qué hemos llegado hasta aquí. Ahora bien, si no tiene respuestas convincentes a estas
preguntas, Sr. Sánchez, ¡váyase!
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