Tres veranos sin leer es un año perdido en desarrollo intelectual

Leyendo solo 20 minutos diarios el niño ganará léxico, expresión oral y escrita y concentración

​Dejar de leer en verano tiene consecuencias negativas en el campo cognitivo. Algunos estudios constatan que el alumno pierde riqueza léxica y que tres años sin leer por vacaciones equivale a un año perdido en desarrollo intelectual. Las diferencias son aún más acusadas en alumnos de clases desfavorecidas. Los expertos afirman que los niños que no abandonan el hábito de la lectura durante el verano cogen antes el ritmo cuando se reincorporan a la escuela.

Más de dos meses de vacaciones de verano es lo que tienen los alumnos españoles. En las comunidades que arrancan el nuevo curso escolar más tarde, como Cataluña, donde los estudiantes no volverán a las aulas hasta el 12 de septiembre, los días de fiesta superarán los ochenta. Campus deportivos o de idiomas formarán parte del día a día de algunos de estos niños, pero los expertos también aconsejan la lectura como una de las actividades diarias por los amplios beneficios cognitivos que conlleva.

Bastan veinte minutos diarios, según apunta la profesora colaboradora del grado de Psicología y del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil de la UOC Montse Martínez. «Si la lectura se trabaja bien durante el verano, el niño ganará en léxico, expresión oral y escrita y, sobre todo, en concentración», subraya. Una actividad que, asegura Martínez, redundará en beneficio de los alumnos cuando vuelvan a las aulas en septiembre: a los niños que han hecho alguna actividad cognitiva en verano les cuesta menos volver a coger el ritmo tras el largo periodo vacacional que a los que no han hecho nada en todo el verano.

Estudios recientes constatan que dejar de leer en verano conlleva la pérdida de riqueza léxica y el cerebro retrocede entre dos y tres meses en habilidades. Un informe elaborado de forma conjunta por las universidades de Misuri y de Tennessee confirma que una pausa larga como la que puede haber durante este periodo provoca una pérdida de aprendizaje equivalente a un mes de escuela y a 2,6 meses en el caso de las matemáticas.

La también profesora de la UOC y psicopedagoga Maria Àngels Megías corrobora que la lectura es importante para el desarrollo cognitivo, ya que ayuda a conectar los hemisferios cerebrales, porque son muchas las áreas cerebrales que se activan e intervienen en el proceso lector. Leer favorece la comprensión lectora, enriquece el vocabulario y las construcciones morfosintácticas, hace ganar velocidad lectora y, en consecuencia, favorece la comprensión lectora, lo que también se traduce en menos tiempo de dedicación al estudio que un niño que lee despacio. Al margen de esto, explica Megías, la lectura también permite que el niño se ponga en la piel del otro, lo que consigue empatizando con los personajes que aparecen en el libro y conectando con sus emociones.

La lectura como descubrimiento y no como obligación
La propuesta que hacen algunos centros escolares de incorporar una serie de lecturas obligatorias en verano no es la mejor manera de fomentar la lectura entre los niños, especialmente entre los que no les gusta leer. Las expertas aconsejan ser abiertos de miras y que los niños puedan leer lo que realmente les gusta o lo que les genera interés. «Es importante que encuentren un libro que les haga disfrutar y que les ayude a estar concentrados unos minutos al día», explica Martínez. «El hábito de lectura no debe ser una obligación, sino un descubrimiento». Por lo tanto, apuesta porque los niños a los que les cuesta más la lectura hagan lecturas simples y sencillas, como un cómic. También recomiendan utilizar bibliotecas públicas, donde a menudo se hacen actividades gratuitas de fomento de la lectura que les ayudan a motivarse.

Más pobreza, menos lectura
La experiencia personal de las dos profesoras evidencia lo que constatan los estudios: la capacidad de lectura en verano entre los alumnos cuyas familias tienen ingresos económicos bajos es inferior a la de los estudiantes que pertenecen a clases medias. Algunos estudios cifran en dos meses la pérdida en comprensión y reconocimiento de palabras de estos niños durante el verano.
Para Megías, la explicación a esta correlación de ideas (menos ingresos, menos lectura) tiene, desgraciadamente, una lógica. Explica que, en muchos casos, los padres de estos niños siguen trabajando en verano en empleos que no les permiten la conciliación familiar, como comercios, la hostelería o la atención a la dependencia, lo que redunda en daño de los niños, que entran en rutinas poco ricas, como sentarse frente al televisor o hacer un uso excesivo del móvil o de las tabletas.

Martínez destaca la presencia de biblioplazas o bibliopiscinas, espacios de lectura al aire libre donde los niños de todas las edades pueden leer. Sin embargo, cree que debería hacerse más difusión de estos recursos, ya que en muchos casos los niños con menos recursos desconocen su existencia.

Otras actividades que promueven el aprendizaje
Las expertas subrayan que no solo la lectura contribuye al desarrollo cognitivo de los niños, sino que también existen otras actividades que tienen un impacto positivo en su mente y que pueden practicarse en verano, como visitar museos, hacer actividades de contacto con la naturaleza o viajar con la familia. «Los niños aprenden de forma sensitiva; por lo tanto, ir a la playa, contemplar la luna, probar nuevos alimentos y experimentar con ellos, cocinar o escuchar música también ayudan al desarrollo cognitivo», explica Megías.

Vacaciones demasiado largas
Un periodo vacacional tan largo como el verano no favorece la adaptación del niño cuando vuelve a las aulas en septiembre. El calendario europeo divide el curso en cinco periodos lectivos y establece periodos cortos de vacaciones en el mes de noviembre, en Navidad, Carnaval, Semana Santa y verano. En España hay 175 días lectivos, pero las vacaciones se concentran en grandes bloques: Navidad, Semana Santa y verano. Ambas expertas son partidarias de acortar las vacaciones de verano y redistribuir los días festivos, como hacen otros países. «Cuanto más largo es el periodo vacacional, más les cuesta volver a coger rutinas», concluyen las expertas.

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